LA MATERNIDAD DEL MUSGO




LOS DUELOS DE LA BÚSQUEDA 

Aún me duelen esos duelos que sangré cada mes durante tres años. 

En ese tiempo en que mis ciclos pasaban por las fases: fe, ilusión, duelo, desesperanza, cada vez tenía más claro que no era fértil y no quería pasar por un diagnóstico que me confirmara lo que ya sabía, que no estaba pudiendo quedarme embarazada.

Así empezó mi relación con Gaia, antes de que ella llegase, así empezó mi maternidad:

-aprendí sobre crianza porque me di cuenta que no estaba dándole a mi hija una espera respetuosa con sus tiempos y su ritmo, no confiaba en ella y en su capacidad de decidir qué es lo mejor, qué necesita.

-aprendí que el entrar en comparación entre madres y la rivalidad está presente incluso antes de la llegada de un embarazo y que tratar este tema nos permite regresar a la sororidad y que ello tiene un potencial de cambio social y estructural espectacular.

-aprendí que el cuerpo acompaña a la vida (saber esto es muy importante en el parto) y que el duelo que sentía cada mes me permitía trascender otros duelos que habían quedado escondidos.

-aprendí la importancia de soltar las expectativas.

-aprendí que muchas historias se callan pero que si te rompes y compartes tu dolor descubres que no estás sola y que no eres la única.

-aprendí que la gente que más quieres puede dañarte haciendo comentarios que la sociedad avala y promueve.

-aprendí que puedes necesitar sostén y no necesitar consejos.

-aprendí que el amor incondicional es amar ese bebé sin conocerle, simplemente por ser quién es, simplemente por ser.

-y aprendí que estaba dispuesta a amar a mi hija aunque quizás jamás llegase a la vida.


TODO ESTABA EN UNA CAJA

Cuando estaba embarazada tenía mucho miedo a perder a mi bebé y no se lo contaba a nadie.

Cada semana escribía un poema dedicado a Gaia pero no se lo contaba a nadie, tenía miedo a que el poemario quedase incompleto porque mi hija decidiera irse, por si algo iba mal.

"No te vayas" le susurré mil veces mientras me acariciaba la barriga y cada día miraba si había sangrado cada vez que iba al baño. 

Y no se lo contaba a nadie.

Cuando amigas o familiares me regalaban algo, ropa, mochila de porteo, fulares, peluches, juguetes, mantas... lo guardaba en una caja grande de cartón. Creo que mi pareja pensaba que era por falta de espacio pero no, era para que si pasaba algo sólo tuviera que cerrar la caja.

Todo estaba en una caja.

Y ahora me doy cuenta que si hubiera vivido un aborto no hubiera sido sano cerrar esa caja dónde estaba todo, y que no fue sano no compartirlo.

Si tienes alguna caja por ahí que vas llenando medio a escondidas hazlo si lo necesitas pero cuéntaselo a alguien, así los monstruos que se vayan colando en la caja te darán menos miedo y podrás empezar a ver los regalos que hay dentro.


PUÉRPERA

Es una verdad universalmente conocida que una cuarentena no dura 40 días, dura más, no se sabe cuánto, pero más. Y no saber cuánto dura forma parte del proceso, entregarse al fluir de no saber, entregarse a la recuperación del cuerpo y del alma, abrirse a la experiencia desde el amor sabiendo que todo pasará, y sí: pasará, pero al pasar lo habrá cambiado todo.

Yo no estaba preparada para mi puerperio.

Me sentí profundamente traicionada por todas las mujeres-madres de mi familia, me sentí traicionada por las amigas-madres y conocidas-madres. 

No estaba preparada para sangrar durante tantos días, para no poder andar, no poder ir sola al baño, tener hemorroides, incontinencia urinaria, dolor en las lumbares y en el sacro, dolor en los pechos, sensaciones punzantes en los pezones, pensamientos extraños sobre hacer daño a mi bebé, pensamientos de que algo terrible le podía ocurrir, no estaba preparada para sentir que no tenía memoria, y no estaba preparada para escuchar a las matronas decirme que todo eso era normal. 

"Normal" es un término estadístico que implica que a la mayoría de personas les ocurre aquello que calificamos como "normal". Entonces, ¿por qué no lo sabía? ¿por qué nadie lo cuenta? Si algo es normal no es normal que no sea conocido, que no se sepa, que se calle, que de vergüenza, que expresarlo sea un acto de valentía rebelde.

Muchas mujeres-madres me regalaron ropita de bebé durante el embarazo, otras me regalaron sus propios fulares de porteo y sus cojines de lactancia, me explicaron la importancia de la lactancia y me apoyaron, estoy agradecida a todas ellas pero un "el posparto es intenso" hubiese sido maravilloso, eso me hizo crear el proyecto "Lo que no sabía del posparto ...y hubiera agradecido saber", un recopilatorio de frases sobre el puerperio que está publicado en mi blog de maternidad.

Lo primero que descubrí en el posparto es que me cuesta mucho confiar en que el otro pueda cuidarme, pueda atenderme. Gaia tenía un día de vida y yo no podía andar, no podía doblar las rodillas, tenía que arrastrar los pies agarrada a los brazos de mi pareja:

-No me puedo sostener...- dije llorando.

-Es cosa mía sostenerte.

Y él tenía razón, en la crianza del bebé la madre sostiene al bebé y para poder atender, cuidar y amar necesita que alguien la sostenga a ella, y permitirse ser sostenida. Ahí entra en escena la puerta de regreso a nuestra infancia: ¿fui sostenida? ¿fui cuidada? ¿supieron leer mis necesidades y pudieron atenderlas? ¿aprendí desde la experiencia vivida a sentirme confiada y segura? 

También aprendí es que ya no podía permitir morirme. Gaia tenía cuatro días y me salió un bulto en el pecho y pensé que estaba enferma y que no podría cuidar de mi hija, que cómo sería alimentada si yo moría, que cómo podría estar bien si yo no estaba... después de llorar y llorar y contarles a las matronas por WhatsApp qué me pasaba me dijeron que mis síntomas eran simplemente porque me había subido la leche.

Después de unas semanas me di cuenta que no tenía tribu, me faltaba una red de madres, y en ese mismo instante recibí una invitación para entrar en un grupo de lactancia que iba a empezar a reunirse a través de Zoom. Toda madre, y toda familia, necesita y merece una tribu, una comunidad, que esté incondicionalmente. Si estás embarazada, si acabas de dar a luz o ya hace tiempo que eres madre, no importa, busca la/ tu tribu, busca tu grupo de comadres, mujeres que sostienen a sus pequeños y a sus hermanas para crear una nueva Humanidad.

Yo no estaba preparada para mi puerperio, no estaba preparada para vivir la vulnerabilidad, mirar mis heridas, sentir mi sombra y conectar con el dolor.

Durante mi parto sentí tanto poder en mi cuerpo que cuando quise levantarme de la cama, dos horas después de parir, y no pude no me lo podía creer.

No tenía fuerza.

No me sostenía de pie.

No podía caminar.

No controlaba mi cuerpo, mis esfínteres, no controlaba nada.

Pero una mujer, una mujer grandiosa, una gran diosa, me dijo: "en el puerperio descubrirás tu poder". Y descubrí que había cambiado, que tenía una fuerza distinta a la que había experimentado hasta ese momento, que me sostenía y sostenía de un modo diferente, más salvaje, más mamífero, descubrí que estaba caminando distinto y que caminaría por la vida de otra manera y que el control es una fantasía a liberar para liberarnos. 

Porque el puerperio pasa pero al pasar lo cambia todo.



LA PUERTA DE LA MATERNIDAD

¿Qué te encontraste al cruzar la puerta de la maternidad? O si aún no la has cruzado: ¿Qué crees que encontrarás?

¿Cómo fue esa entrada al puerperio? 

¿Qué escenario apareció? 

¿Es un espacio abierto o cerrado? ¿Hay alguien más o estás sola? ¿Cómo te sientes al estar en ese lugar? ¿Qué sientes al ver la puerta que has dejado atrás? 

Cuando cruzas la puerta de la maternidad aparece un paisaje interno, para muchas ha sido un desierto. Mi puerperio coincidente con un confinamiento por pandemia mundial lo fue y me recuerdo observando la obra Maternidad (1946) de Dorothea Tanning y reconociéndome en ella.

En esta obra Tanning se autorretrata en dos personajes: la madre, como adulta, y la perra, como niña. 

La madre muestra su tristeza y aislamiento en ese desierto de falta de sostén que es a veces, demasiadas veces, la maternidad. 

Una madre que sostiene sin sostén a un bebé del que parece estar desconectada, mirando hacia otra dirección.

¿Qué ves en los ojos de la madre? ¿Qué vemos en la mirada de las madres? 

La niña que fue la autora nos observa sin poder ser sostén para la mujer, ni para la diada. ¿Cuántas veces a la niña que fuimos le duele mirar a una madre maternando? ¿Cuánto nos duele ver un amor y un cuidado que anhelamos? 

Esa niña interna que fue domesticada en su crianza no puede estar disponible para guiarnos hacia una maternidad mamífera y salvaje e instintiva.

Y ese desierto que crece y expande su soledad, ese desierto que es una sociedad huérfana de sostén que no sabe amar a las madres, que las abandona a la vez que las expone al juicio, un desierto que se cuela dentro creando un abismo de vacío, convirtiéndonos en arena.

Además probablemente lloverá. Sólo espero que esa segunda puerta sea cobijo. No fue hasta dos años después de convertirme en madre que descubrí esa puerta de la derecha, ahora me sorprende no haberla visto antes, fue un elemento que siempre se me pasó desapercibido en esta obra. Tan grande y tan abierta y no la percibí hasta que pedí ayuda. 

¿Qué crees que hay tras ella? ¿Quién crees que hay? ¿Un refugio, un hogar, un sitio seguro o un lugar del que no se sabe cómo escapar? 


LA MATERNIDAD CIERRA PUERTAS

Una mujer con su bebé en brazos intenta entrar en una casa cuya puerta ha sido cerrada por los que parecen sus padres. Parece que les ruega poder entrar, pero han cerrado la puerta.

La escena es conocida, está en nuestra memoria celular y aún es una realidad en nuestra sociedad. 

El "si te quedas embarazada no vuelves a entrar en esta casa" sigue vigente y forma parte de una educación afectivo-sexual basada en el miedo al embarazo no deseado. 

Arte: William Pape

Más allá de la historia que nos trasmite esta obra, la Maternidad cierra muchas puertas.

La primera puerta que se cierra es la de nuestra antigua vida e identidad, la de antes de ser madre, la que estabas viviendo hasta ese momento con una protagonista que es un "yo" que parece desaparecer de la historia.

Puede que se cierre la puerta de amistades que no entienden cómo eres ahora.

Puede que se cierre la puerta de posibilidades laborales porque tu capacidad de entrega tiene nuevos compromisos.

Puede que se cierre la puerta de lugares que visitabas y que ya no tienen sentido para ti y que a la vez añoras.

Puede que se cierre la puerta de espacios dónde no se te permite entrar con una criatura porque esta sociedad rechaza la ternura.

Puede que se cierre la puerta que te conecta con tu cuerpo de la manera en que antes te relacionabas con él.

Puede que se cierre la puerta de tu armario sintiendo que esa ropa ya no forma parte de ti y que esos tacones ya son demasiado altos.

Puede que se cierre la puerta de contacto con tu familia al despertarse memorias y heridas que se hacen difíciles de sostener.

Puede que se cierre la puerta de aquello que defendías, de las banderas que levantabas, reformulándose tu idea del concepto de Mujer, Madre, Maternidad, Feminismo y Libertad .

Puede que se cierre la puerta de la relación que tenías con tu pareja, y que se abra otra dónde reencontraros o que no podáis encontrar esa nueva puerta.

La maternidad cierra puertas y es bueno reflexionar cuáles nos ha cerrado a cada una de nosotras para poder descubrirnos. 

¿Qué puertas te ha cerrado la Maternidad?


LA LACTANCIA Y SUS DEMONIOS 

La Lactancia Materna está rodeada de demonios, de voces y energías que nos rodean dificultando que se dé aquello que es natural.

La lactancia debería ser acompañada desde el sostén y la contención para reforzar el poder de una madre, y desde conocimientos y técnicas actualizadas que permiten detectar, prevenir, diagnosticar y tratar dificultades que pudieran ocurrir.

Las lactancias no deberían ser cuestionadas, y jamás deberían ser robadas.



La forma que toman esos demonios es diversa:

Un profesional que no sabe detectar un problema, llegando incluso a normalizar síntomas graves. 

Un profesional que no sabe atender una dificultad por falta de formación y que en lugar de realizar una derivación a una asesora de lactancia propone como solución el biberón.

Un profesional que niega la existencia de la anquiloglosia.

Un profesional que no conoce la evolución de la lactancia, sus brotes de desarrollo.

Un profesional que sólo valora la posición de la toma.

Un profesional que aconseja biberones para "que la madre descanse".

Un profesional que no da valor a la sensación de dolor que refiere la madre.

Un voz que cuestiona la calidad de la leche de la madre.

Una voz que cuestiona el tiempo de la toma.

Una voz que no valora la función de contención emocional del pecho.

Una voz que compara tu lactancia con la de otra mujer.

Una voz que juzga.

Una voz que dice que no eres suficiente, que no puedes ofrecer a tu criatura lo que necesita.

Una voz que dice que el bebé es demasiado mayor...

¿Cuales fueron los demonios que rodearon tu lactancia?

¿Cuales fueron los demonios que rodearon a tu madre cuando eras un bebé?

La primera vez que miré esta obra sólo veía los demonios, pero fíjate que también hay ángeles pintados de azul, menos y en segundo plano, pero los hay. 

Son ese grupo de lactancia, de comadres, esa asesora de lactancia, esa doula, esa matrona, esa madre, esa persona que ayudó, que sostuvo, que no juzgó, que supo comprender, que supo detectar qué pasaba, qué necesitabas.

¿Qué ángeles estuvieron también ahí? 


NUESTRA HISTORIA EN UN PUÑO

Arte: Pablo Picasso 

La crianza, la maternidad y la paternidad nos acercan a nuestra propia historia. 

Vuelven las heridas que pensaste que estaban cicatrizadas, vuelve el dolor que pensaste que estaba sanado, la sombra reaparece.

La crianza despierta la fiera interna, una fiera creada por los que intentaron domesticar nuestra naturaleza salvaje, instintiva, durante nuestra infancia y adolescencia.

Las palabras que nos dijeron se escapan por nuestra boca, los golpes que nos dieron nos hacen apretar el puño. 

Un puño que tiembla el miedo que sentimos de pequeños.

Y miramos hacia otro lado, apartando los ojos de nuestra criatura porque sabemos dentro de nosotros/as que esto que estamos sintiendo no es por nuestra criatura. No lo despierta nuestra criatura, sólo lo destapa.

Y nos destapa emocionalmente, dejamos de ser quienes somos y pasamos a ser quiénes no queríamos ser, pasamos a ser cómo no queríamos ser. 

Mientras el puño cerrado intenta retener la fiera, el dolor, la herida, nuestra historia, intenta retener lo que estamos sintiendo, intenta retener la aparición de quién no queremos ser, de esa "peor versión" que ha veces nos posee.

¿Qué pasaría si abriéramos ese puño suavemente mientras alguien nos sostiene? ¿Qué encontraríamos en el interior de esa mano mientras sentimos la contención amorosa de alguien dispuesto a vernos para que nos podamos ver? 

En esa misma mano, a través de esas heridas, de esa historia, están los recursos para aprender a acariciar y a acariciarnos, para permitirnos abrirnos a recibir y entregar amor, para ser nuestra mejor versión, para abrazar amorosamente todo aquello que no nos gusta de nosotros y así abrirnos completamente a manifestar nuestro ser.


EL COLAPSO Y LA MIRADA DE LOS OTROS

Esta obra de Max Ernst se titula La Virgen castigando al Niño Jesús. La Virgen ha colapsado, azota a la criatura, y lleva rato porque las nalgas están rojas y ella está perdida en el horror, ella está perdida.

Muchos análisis de esta obra se plantean qué ha hecho el Niño Jesús y salen a escena los evangelios apócrifos dónde Jesús no fue tan santo. Yo sé que no importa qué ha hecho la criatura, que lo único que importa es cómo el colapso nos secuestra la madre que somos transformándonos en ese agresor que un día nos dañó. 

Haber sufrido violencia física o emocional es un dolor tan grande que busca constantemente la manera de salir de nuestro cuerpo; a veces no lo consigue y devora nuestro cuerpo, a veces sale a través del deporte o del arte, y a veces a través de la agresión.

¿Qué le hicieron a esa mujer? ¿Qué le siguen haciendo? 

La escena tiene testigos. La sociedad mira por la ventana ajena a su responsabilidad, la sociedad juzga y la madre sabe que nadie la reconocerá como víctima. 

Habrá quién piense "¿Qué ha hecho el niño?" y ella sabe que no ha hecho nada para ser castigado así, que no merece que se le caiga el halo, ella sabe que es ella la que no sabe qué hacer.

Habrá quién piense que está haciendo lo correcto, pero ella sabe que no es así, que sólo hace lo que puede en su infierno de frustración, en su desierto de sostén.

Habrá quién piense que hay muchos libros, muchos cursos, muchos grupos y muchos gurús como para tratar así a una criatura en estos tiempos. Ella no encuentra en esos discursos un lugar para ella, para atenderse ella, para sanar las heridas que le sangran y se reabren por la culpa de repetir el patrón que la lleva a ser quién no quiso ser, quién odia ser, quién no sabe cómo no ser.

¿Cómo sientes a esos testigos que observan? ¿Están en la compasión? ¿En la defensa del vulnerable? ¿En la crítica? ¿Incluso en la condena? ¿En una superioridad moral?

¿Qué harías si estuvieras en esa ventana? 

Para que eso que pasa en la obra no pase es necesario ayudar a esa mujer a salir de su secuestro, acompañarla a descubrir sus heridas a través del daño que pulsa en su interior para manifestarse. 


LAS MANOS EN EL PARTO

Yo estaba a punto de dar a luz y hablaba de partos con mi abuela, ella me preguntó qué era un Parto Humanizado, yo le conté que es un parto en el que la mujer es libre de tomar decisiones, en el que se la protege de las malas praxis y de violencia física y psicológica. Ella se quedó callada y finalmente me dijo:

-¿Y al que no es así cómo le llaman?

-Supongo que le llaman parto.- respondí yo.

-Pues mejor que empecéis a llamar parto a los partos y violencia a la violencia.- sentenció ella.

También le conté lo que cuentan las mujeres que han sufrido violencia en sus partos y me dijo "es la condena de nacer mujer", "que nunca nos pertenecen completamente nuestros cuerpos, que parecen estar al servicio del otro".

También le conté que algunos profesionales niegan esa violencia y me dijo "de eso siempre habrá", que el objetivo no está en que desaparezcan sino en señalarles. 

También le expliqué qué era una doula y me dijo "esa sí que es la profesión más antigua del mundo, apoyar a una mujer aunque no sea tu amiga, apoyarla solo porque es mujer y porque necesita tu ayuda" y le pregunté si entendía la diferencia entre una doula y una #matrona y me dijo "claro la matrona sabe de lo suyo y hará para que todo vaya bien, seguro que incluso te dirá que confíes y que todo irá bien, la doula es esa mujer que te ayuda a decir que tienes miedo". 

Me quedé callada y ella siguió: la matrona son las manos del conocimiento y el saber, la técnica y el cuidado amoroso; la doula son las manos de Dios, cuando el amor nos mece y nos sostiene.

En esta obra de Nancy Bright, La cuna del Amor, unas manos sostienen y cuidan la diada, son las manos firmes y amorosas de las matronas, manos expertas que analizan en silencio cada detalle preparadas para actuar si es necesario. 

Y otras manos, las de Dios según la autora, que protegen ese momento sin tocar, sin voluntad de intervenir, manos de contención, manos de doula que acunan todo lo que sucede y a todos los personajes, a la madre, al bebé, al vínculo, a la matrona, manos que sostienen el momento para que todo se pueda dar.

¿Sentiste el Universo cuidándote en tu parto? 

¿Alguien llevó a cabo ese rol? 

¿Te faltaron manos? 

¿Hubieron demasiadas?

¿Naciste como madre acunada por el Amor?




CUIDAR ES ABRUMADOR 

Cuidar a una criatura es abrumador. Cuidar su cuerpo, sus emociones, su alma. Sentir el peso de la responsabilidad de la crianza, sentir que a través de esa crianza estás condicionando el futuro de tu criatura en lo físico, lo emocional, lo intelectual... 

Creo que es eso lo que nos lleva a buscar la alimentación perfecta para ellos, los productos menos tóxicos, la silla del coche más segura, la ropa más natural y los zapatos más respetuosos. A mi todo esto me ahoga, ser una madre que atiende a ese nivel, que se fija en esos detalles para mantener el mayor grado de pureza en la salud física y emocional me llevaba al desequilibrio.

Cuando miro esta obra es de Mary Cassatt pienso en todo lo que hacemos al cuidar, todo lo que cuidamos, tantos y tantos actos de estar cuidando y atendiendo que pasan desapercibidos y que implican tanta carga emocional. Miro la imagen y pienso si el agua estará a la temperatura adecuada para evitar que se queme o que pase frío, si el jabón dará o no alergia, si empezará a mover los pies y lo llenará todo de agua y entonces de dónde sacar tiempo para recoger el agua antes de que se hinche el parquet (que estamos de alquiler y si se estropea nos lo harán pagar y eso es mucha pasta) y pienso en secar luego bien los deditos (cosa que nunca hago y seguro que una buena madre hace) para q no tenga hongos o cualquier otra enfermedad y eso me hace mirar el tronco del niño con su piel sana sin ningún síntoma de varicela, no como el de mi hija que ahora está llena de granitos, y lloro porque me cuesta mirar el cuerpo de mi hija mientras se baña porque me impresiona y sé que es varicela y que pasará pero el miedo me hace imaginarme que es algo terrible que no estoy atendiendo y que le pone en riesgo a ella y a su futuro. 

También pienso cuándo ese niño podrá bañarse solo, cuándo no dependerá tanto de su madre, cuento los años que me quedan para seguir siendo imprescindible, y no sé por qué lo hago porque hacer lo que está haciendo la mujer del cuadro es hermoso y puede ser muy divertido, tierno y fácil. Pero cuando lo sientes tan abrumador no puedes estar dentro de ese cuerpo para el disfrute del momento y todo pesa demasiado.


DESPERTAD, COMPAÑEROS

Despertad, compañeros. 

Salid de vuestro letargo patriarcal y descubrid qué entregar como padres, y como parejas-padres.

Abrid los ojos ante el llanto de vuestras criaturas aunque sepáis que nosotras les estamos sosteniendo, puede que nosotras también estemos llorando a la espera de un sostén que nos rompe ver dormido a nuestro lado, tan cerca y tan lejos a la vez.

Despertad a la reflexión, a la deconstrucción para reinventaros como hombres, redefiniendo la masculinidad y la paternidad. 

Despertad y traed a vuestra memoria aquello que habéis olvidado, que vuestros ancestros olvidaron, que la sociedad os ha robado aniquilando parte de vuestro ser.

Despertad vuestra naturaleza salvaje que pulsa para manifestar un instinto paterno que el patriarcado durmió. Un instinto de amor, protección y sostén a la criatura, a la madre y al vínculo.

Despertad vuestra ternura y descubrid la fuerza que vive en ella.

Despertad en las noches largas e insomnes que nos separan de vosotros, preguntad qué necesitamos, o simplemente observad y lo descubriréis, puede ser tan simple como una mirada, una infusión, una manta, un abrazo, tan simple como una muestra de la complicidad que hizo que nos uniéramos.

Despertad compañeros, no queremos hacerlo solas, no podemos ser las madres que queremos ser sin vosotros a nuestro lado.

Despertad a nuestro lado sin ocupar nuestros espacios, creando los vuestros para que ambos podamos aprender a volar de la mano. 

Despertad antes de que sea demasiado tarde.


LA MATERNIDAD DEL MUSGO

Somos supervivientes de crianzas violentas. 

Somos las nietas de infancias que robó la guerra. 

Somos las hijas alimentadas por biberones llenos de culpa y de las mentiras que les contaron a nuestras madres. 

Somos las niñas buenas de una sociedad dónde las criaturas no merecían un lugar y crecían desorientadas buscando ser merecedoras de amor, de validación, de mirada.

Somos las mujeres que necesitamos repetirnos mil veces que somos diosas ya que no nos lo creemos.

Somos las madres que anhelan ser diferentes. 

Somos como el musgo, que a pesar de crecer sobre la fría y dura piedra es abrigo y ternura, estamos dispuestas a ofrecer aquello que no recibimos, aquello que sabemos que queremos entregar, que no queremos no ofrecer, que no podemos no ofrecer, aquello que ahora se hace tan duro no haber recibido.

Somos madres huérfanas de amor incondicional, aisladas en la sociedad de la falta de sostén, presionadas por referentes de crianzas que no sabemos cómo alcanzar

Somos las madres que saben que están solas y que buscan hermanas reformulando su Feminismo, cuestionando la feminidad, reinterpretando la maternidad, avanzando hacia una sororidad que aúlla dentro de nosotras y de la que el Patriarcado nos ha hecho ajenas.

Somos la generación que hará de maternar un verbo. 

Somos la Generación de la Maternidad del Musgo.


QUE NO LLUEVE EN MADRID ESTA NOCHE 

Frente al Museo Reina Sofía, en Madrid, instalaron una escultura de un bebé llorando, tiene sonido y llora y llorará todas las horas de todos los días hasta que se cree una ley que proteja el derecho a dar de mamar en espacios públicos.

El lema de esta acción de activismo artístico es "Quien no llora no mama" y yo entiendo ese mensaje de reivindicación pero esto es lactancia y no va de llorar para mamar, para dar de mamar no es necesario que tenga hambre, para dar de mamar no importa dónde esté esa madre y esa criatura porque dar de mamar es una necesidad física y emocional del bebé y de la madre. 

Y se me activa la historia de mi bisabuela que tuvo que enterrar a dos hijas pequeñas y que las noches de lluvia suspiraba diciendo "mis hijas, ahí solas, pasarán frío". 

Y miro que tiempo hace en Madrid rogando que no esté lloviendo, y no llueve pero hace frío y me duelen los hijos que no he tenido y los que no tendré, y me duelen también los hijos que no han tenido mis amigas, hijos en los que quizás pensarán mañana cuando pasen delante del Reina Sofía y escuchen llorar a ese bebé que ahora está llorando en el centro de Madrid y no va a parar de llorar.

Y recuerdo cuando mi hija era del mismo tiempo que el bebé de la escultura y lloraba y yo no sabía qué hacer y la vulnerabilidad del puerperio me rompía en pedacitos afilados por ese llanto que activaba mi culpa.

Y pienso en cuando mi hija llora porque quiere mamar y yo no puedo darle porque la agitación por amamantamiento me roba la lactancia.

Y me vienen a la mente todos esos bebes que, como el de la escultura, lloran solos, bebés que protocolos de hospital separan de sus madres. 

E intento imaginar que mañana aparece la escultura de la madre de ese bebé a su lado, y pienso en que alguien les arrope con una mantita y que por favor llame a una asesora de lactancia, que el bebé está llorando con la lengua pegada abajo y eso tiene mala pinta, revisad el frenillo de esa criatura no vaya a aprobarse la ley y siga sin mamar porque el problema sea otro. 

A veces el problema es otro, a veces lo que no nos deja dormir es otra cosa o muchas otras cosas.


Arte: Cristina Jobs.


MUCHAS MADRES

Muchas madres hemos sentido que no éramos suficiente para nuestra criatura.

Muchas hemos sentido que no lo hacíamos suficientemente bien.

Muchas madres hechos sentido que cualquier otra persona lo haría mejor. 

Que nuestra criatura estaría mejor con otro, con otra, a veces incluso con cualquiera.

Muchas madres hemos contado el tiempo que nos quedaba para dejar de ser imprescindibles para nuestras criaturas.

Muchas madres hemos deseado que nuestra criatura creara un buen vínculo con otra persona para que tuviera una alternativa a nosotras, otra opción, una mejor opción.

Muchas hemos sentido culpa y miedo, muchas nos hemos sentido insuficientes, poco válidas, y a muchas nos ha asustado pensar en todo esto.

Muchas madres hemos dejado de sentirlo o almenos muchas lo sentimos menos frecuentemente, aunque muy pocas lo compartimos. 

Y un día una madre te dice cómo se siente, y se siente así, y lo ves desde fuera, y te ves desde fuera, y le dices (y te dices) que es perfecta para su criatura y que nadie jamás podría substituirla. 


Arte: Utamaro

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